Noica

Nunca oisteis su nombre.
Sin embargo, cuando un sueño cualquiera entretejió fosforescentes
redes sobre el rostro del tiempo,
Noica estuvo.
Tal vez su cabellera fuera para vosotros la marea letárgica
por donde sube el cielo la primer
-esa novia que flota con su ramo de cristal escarchado y una
plateada en la garganta-,
Acaso sus ropajes fueran para vosotros un ámbito en que
lentamente las hojas, las diademas de lianas y de lluvias
Cuando el amor golpea con sus manos el follaje encantado.
Lo cierto es que fue Noica
La diosa de los seres subterráneos que disponen callando el esplendor
del mundo.
Reconocedla ahora.
Antes de que se haya ido para ser melodía de polvo contra el vidrio,
sombra musgosa de los muros.
Guardadla para siempre en esta misma puerta abierta en el celaje
de los siglos,
donde se balancea, despidiéndose,
como la luminaria en el claro final de la arboleda
Del otro lado yace su reino alucinado.
Nunca entraréis en él.
Juntos se abismarán debajo del recuerdo y del olvido

Orozco, Olga (1948)
Poema Noica, Revista Cabalgata N°19, Buenos Aires
Las Muertes, Editorial Losada, Gulab y Aldabahor, Buenos Aires, 1951, pp.23-24.