AP-EA:¿Cree que la pintura surrealista entraña la libertad artística?
JBP: Confieso que la conjugación de la libertad me desconcierta y, más aún, el manejo ideológico de ella. El gobierno de las cosas de la libertad entraña tantos despropósitos que siempre he sentido esas especulaciones como una condición de comercio. Es frecuente que la cultura considere a la libertad como algo digno de ejercer y de vivir. Pero desgraciadamente pide estos derechos a posteriori y no a priori. ¡Cuántas veces sus luchas han sido por la antilibertad! Los surrealistas tienen buenas experiencias en ese sentido. Buenas y dolorosas. Yo creo que la libertad es un prejuicio. Antepongo a ella la palabra civilización. En cuanto al surrealismo, tiene dogmas y principios. Cuenta con una vara de medir y es un sistema que tiende, sobre todo, a aceptar el real dictado del pensamiento, y esto para la libertad no es libertad.
AP-EA: ¿Continúa siendo el automatismo fuente esencial de la pintura surrealista, es decir, el clásico automatismo enunciado por André Breton en sus manifiestos?
JBP: Si bien se ha depurado la técnica de cómo lograr una dirección del automatismo de forma más precisa, considero que el clásico automatismo tiene todavía bastante responsabilidad. Estamos en los primeros pasos para encontrar la mecánica justa y adecuada que nos permitirá conectarnos directamente con la energía.
AP-EA: ¿Qué beneficio aporta al artista la pintura automática?
JBP: El beneficio de un estilo y de un sistema de las artes.