«…Hoy ha quedado en mí, más que un recuerdo su presencia permanente. Y puedo sentir la extrema simpatía humana, la sonrisa de Batlle, sus manos, sus ojos, una cierta claridad de extrema delicadeza, y también en algunos momentos su extrema arbitrariedad. Podía llegar a los colmos de la lucidez, pero también a enconos irracionales, derivado esto, acaso, de haber sido, un hombre muy solitario. O sea, no tuvo la posibilidad de diálogo entre pares, ya que, sin negar que en esos momentos hubiera otros pintores de gran calidad, el pensamiento que él estaba desarrollando, era prácticamente único. Por ello mismo, pienso que su conducta no dejaba de ser una técnica de supervivencia que Batlle había desarrollado para defenderse, de un medio en cierta manera hostil.»

Aizemberg, Roberto (1975)
“Las dos tormentas” , Revista Crisis, N 29, pp. 71-72.


«Batlle Planas, del que aprendí casi todo. No sólo el método de trabajo y el oficio de pintar sino también una posición estética que implica una ética frente al arte. “Ser surrealista significa sentir de un modo tremendo el impacto de la existencia, desarrollar virtudes de visionario y perseguir a través de una paciente labor artesanal una constante indagación del conocimiento humano”».

Aizemberg, Roberto, Fuente desconocida.