«…Batlle Planas no pretendía poner juntos objetos heteróclitos para manifestar la extrañeza que emanaba de su cohabitación, ni para mostrar la capacidad del arte por forzar el acercamiento de objetos que nada permitía intuir que pudieran compartir un mismo espacio, sino que buscaba, por el contrario, mostrar que, juntos, estos objetos que poseían mundos propios, podían acceder a otro mundo donde aparecían como los elementos de nuevas formas que solo ellos, cuando aceptaban disponerse de modo tal que permitían que se les relacionase, eran capaces de evocar, formas nuevas que simbolizaban tanto un mundo nuevo –pero latente, que estaba ante la vista pero a la que nadie había accedido, al que nadie había querido o podido mirar- como una nueva mirada al mundo –que descubría nuevas capas de la realidad, hasta entonces ocultas o escondidas-; una mirada liberada de esquemas y condicionantes visuales ya conocidos que obligan a mirar al mundo de un único modo, sin pensar que la mirada crea el mundo y que, por tanto, nuevas miradas revelan nuevos mundos o facetas inéditas del mundo habitualmente percibido».
«…Son máquinas para ver mejor, para escudriñar en el interior de las cosas, develando los mecanismos y las convulsiones que azoran los cuerpos. Son, sin embargo, inquietantes mecanismos de control. El Ángel caído vela. El ojo, pegado al visor, otea los menores movimientos y descubre lo que, a simple vista, podría pasar desapercibido. De este modo, el collage se convierte en un mapa o un esquema donde quedan reflejadas las distintas visiones o instantáneas requisadas. El collage explora el cuerpo y sus pasiones. Lo enfrenta a máquinas bien engrasadas. Éstas amenazan (las puntas metálicas parecen guardianes), al tiempo que se muestran como modelos con los que el cuerpo debe confrontarse y compararse. Las pulsiones con causadas por la presencia, o la penetración, de las máquinas taladradoras, aunque la vigilancia de éstas reprime a aquéllas, y por tanto, daña el cuerpo, su libre existencia».