«…Admirando esta extraordinaria –y tremenda- serie de óleos de Batlle Planas, se experimenta como un marco lúcido ante un testimonio humano trascendente. Diríase que incontables elementos de meditación y desde luego de forma, aparecen allí como surgiendo de una catástrofe. Años de lucha callada, y también de fe en el arte, han configurado un particular universo de expresión, de estados casi táctiles, donde se palpa el alma del artista y no pocas veces la del que contempla su obra.
Porque es aquí, ante esas torturadas y bellísimas figuras, donde se tiene, como un destello súbito, la revelación: este apocalipsis es, tácitamente, salvador. El profundo silencio de las bocas, apretadas unas, flojas otras, heridas todas: unos ojos que miran con sabiduría sobrecogedora; esos rostros que dan cuenta de una odisea de años indescriptibles... Valen sin duda por mil definiciones.
Juan Batlle Planas, pintor integralmente libre en cada sentido que requiere la obra, acumula ahora, sin pedir instantes un ciclo significativamente fecundo. Vamos de un cuadro a otro, como se va de la melancolía a la expectativa, de la paz al insomnio, del silencio lapidado a la rebeldía vigilante».