Nace en Torroella de Montgrí, Girona, España, el 3 de marzo de 1911. Llega a Buenos Aires en 1913, donde se radica con su familia materna. Su padre regresa a España; no volverá a tener contacto con él. Inicia los estudios secundarios en el colegio industrial.
En sus comienzos trabaja en un taller de grabado junto a su tío José Planas Casas y Pompeyo Audivert. Se conecta con la filosofía Zen, a través de un maestro del cual nunca reveló su identidad y que influirá profundamente en su vida y obra.
Claro exponente de las vanguardias del siglo XX. Autodidacta, en estado de búsqueda permanente, investigador, un ser de conocimiento creciente. Incorpora a su quehacer el desarrollo del pensamiento contemporáneo acerca de la ciencia, las matemáticas, el arte, el surrealismo, los procesos automáticos y el psicoanálisis a través de las teorías de Sigmund Freud, Carl Jung, Wilhelm Reich y de la Gestalt.
Realiza cerca de cien muestras individuales y más de quinientas colectivas en prestigiosas galerías de Buenos Aires, del interior y exterior del país y veintisiete murales.
Incursiona en diversas técnicas de expresión: grabados en zinc y linóleum, dibujo, pastel, collage, tempera, óleo, tinta, esculturas objeto, vidrios pintados, tapices, joyas, cuadernos de imágenes, poesía, murales, Construyó cajas de madera con hilos, luces y elementos móviles en su interior, esculturas talladas y pintadas en madera, policromadas, en pequeñas y grandes dimensiones, en aluminio, en bronce y en plomo fundido.
Funda el Instituto Privado de Investigación de la Forma.
Es autor de sistemas de creación regidos por mecánicas energéticas.
Ha dirigido seminarios sobre Psicología de la forma, Arte moderno y Técnicas pictóricas y dictado cursos sobre Surrealismo, Surrealismo y Psicoanálisis, Estética y Psicología del arte.
Publica numerosos artículos sobre Teoría del arte y Psicología de la Forma.
Recibe el Premio Palanza, máximo galardón otorgado por la Academia Nacional de Bellas Artes.
La Academia Nacional de Bellas Artes lo declara "Miembro de Número".
Es reconocido como maestro por discípulos relevantes como Roberto Aizemberg, Julio Silva, Noé Nojetchovitz, Jorge Kleiman, Juan Andralis, entre otros.
Un solitario en su medio más ligado al realismo y a la pintura académica, dotado de una gran capacidad de creación de imágenes.
Fallece en Buenos Aires el 8 de octubre de 1966, a los 55 años.
Hieronimus Bosch, El Conde de Lautrémont aleccionaron esta búsqueda de mi pintura, como la aleccionó el “ Triunfo de la Muerte” de Brueghel, como la aleccionó el cometa Halley, como la aleccionaron las pinturas de Emeric Essex Vidal, como la aleccionaron las cuatro esquinas que forman el cruce de la calle Matheu y la ex calle Victoria ( el Cementerio de los Ingleses, hoy Plaza 1 de Mayo), como la aleccionó ese cuadro más que representa un muchacho mirando intensamente su destino mientras en un fondo azul oscuro vive un cielo que ilumina el castillo de Torroella de Montgri (el lugar de mi nacimiento).
Yo no navego en aguas tranquilas, ni los vientos me son favorables. Sólo, librado sostengo que la posibilidad de creación se genera a través de una acción interno-mecánica. Por su técnica y de acuerdo a la distensión o reparación que significa es pintura, escultura, poesías, etcétera. Esta acción interno-mecánica está ayudada por la herencia de la naturaleza y al ser expulsada continua su heredad. El arte, en este caso mi pintura es una continuación prendida o desprendida de un compuesto biológico.
Batlle, fue en su momento, quien concitó con más fuerza entre nosotros el espíritu surrealista. Sin considerarme nunca obligado a una ortodoxia, he amado siempre cuánto el surrealismo puede alentar de liberación espiritual y de incitante de todos los poderes de la imaginación.
Recordar a Batlle es para mí sacar a luz situaciones de sabiduría y de afecto enseñanzas de un verdadero maestro, que me acompañan y me emocionan….
No pretendo resumir las enseñanzas de Batlle, pero siento necesario recordar, acaso al azar, algunas reflexiones que le he escuchado, siempre llenas de sabiduría y que por ello mismo era una continua incitación a transformarnos y ver con mayor claridad nuestro propio trabajo:
“Lo decorativo en la pintura suele significar lo humano”.
Hoy ha quedado en mí, más que un recuerdo su presencia permanente. Y puedo sentir la extrema simpatía humana, la sonrisa de Batlle, sus manos, sus ojos, una cierta claridad de extrema delicadeza, y también en algunos momentos su extrema arbitrariedad. Podía llegar a los colmos de la lucidez, pero también a enconos irracionales, derivado esto, acaso, de haber sido, un hombre muy solitario.
«Quienes fueron discípulos de Batlle Planas coinciden en destacar el magnetismo que emanaba de su personalidad. Para quienes no tuvieron esa relación, el hombre circunstancial, de recio porte, de mirada azul claro tan penetrante como lejana, parco y sibilino en su lenguaje, dejaba entrever un mundo fascinante, sólo en parte accesible a través de sus pinturas y de sus poesías. La temprana tarea de profundización espiritual que acometió, buscando un punto de confluencia entre lo científico y lo artístico, no constituyó una simple etapa sino la consigna que habría de mantener a lo largo de toda su vida...»